martes, 1 de junio de 2010

Migraciones africanas

Sucede que el joven y tierno ave de pico negro y plumaje naranja no sólo ha aprendido a mirar con curiosidad a su alrededor, sino que empieza a ser capaz de volar cada vez más y más lejos del nido.

Sucede entonces que nuestro ente volador de nombre impronunciable puso rumbo al norte de África, a Melilla, explorando nuevos terrenos y desenvolviéndose con buen hacer en nuevos continentes, desconocidos para él hasta entonces. El pájaro voló impulsado por una necesidad vital irrefrenable, encauzada sin duda a llevarlo en un futuro no muy lejano hasta la cumbre, allá donde ningún ser, alado o no, fue capaz de llegar nunca.


Así las cosas, nuestro audaz surcador de los cielos tomó tierra a la hora prevista en tierras melillenses, tierras perfectamente pertrechadas por las distintas divisiones legionarias destinadas allí, orgullosas de desempeñar  tan solemne misión. Nuestro pajaro se sintió seguro y tranquilo entonces, aprovechando para explorar la zona y picotear sin dudarlo todo lo que se le puso a su alcance, saciando la hambruna arrastrada por tan largo viaje. Almendras tostadas, pinchos morunos, huevas, gambas, chipirones, todo lo que un avechucho en crecimiento puede llegar a necesitar. Pudo incluso experimentar en sí mismo el abrazo del dulce humo producido por aquellas sustancias cuyo nombre ya no recuerda.


Exhausto se sintió al poco tiempo, aunque henchido de placer, retirándose a su nido de alquiler para aprovechar las pocas horas que restaban sumido en una reparadora siesta. Bien es sabido que el tiempo transcurre sin freno, llegando así la hora de tomar el protagonismo en aquellas tierras. Bastaron unos cuantos micrófonos, algún que otro amplificador, un puñado de timbales, tambores, platillos y otros instrumentos de percusión y también un par de trompetas que bien merecían llamarlas celestiales para que los habitantes de aquel enigmático y contradictorio lugar se arremolinaran, inquietos por la curiosidad, alrededor de aquel pájaro de pico prieto y plumaje naranja, encandilados por esas alegres y enigmáticas melodías y por aquellos poderosos ritmos que ejecutaba con acierto nuestro artista volátil. Los habitantes de Melilla estaban sobrecogidos por los poemas en mil y un idiomas que el ave pronunciaba con su oscuro pico puntiagudo, y que parecían querer transportarles a nuevos mundos de nuevos colores y nuevas resonancias.
Encantado por todo lo vivido en aquella inolvidable noche, el pajarillo se apartó de nuevo a su nido de alquiler para poder afrontar el viaje de vuelta con frescura, cosa que consiguió a medias. Sólo decir que volvió a su nido de siempre y pudo descansar por fin, soñando, eso sí, con los sabores, colores y sonidos de aquella lejana ciudad llamada en la antigüedad Rusadir. Dios la guarde de ultrajes y de todo mal.
visitando las murallas de Melilla
Este pajarraco que contiene mútiples almas quiere dar las gracias a Javi, concejal del Ayuntamiento de Melilla, que prácticamente se dejó la salud y no escatimó absolutamente en nada para que no nos faltase absolutamente de nada. Al igual que agradecer a Charlie Faber por su habitual y enorme apoyo, impagable, y a Mr. Jaime Sinatra, que no duda en venirse ande haga farta. Y a las azafatas de Iberia, que nos dieron panchitos y de todo, haciéndonos de aquel rutinario vuelo una experiencia imborrable.


 Fixing blog: Cherokee